¡Hola, bailongos!
¿Cómo? ¿Qué todavía no os habéis animado a mover el esqueleto? ¿Y a qué esperáis? En este otro post ya os informábamos de la importancia de hacer ejercicio en la tercera edad. Os decíamos, entre otras cosas, que caminar, la natación o el baile eran actividades óptimas para esta etapa de la vida, ya que con ellas se mueven los principales músculos del cuerpo. Pues bien, hoy os hablaremos un poco más en detalle de una de ellas, el baile. ¡No imagináis lo bien que os sentará lanzaros a la pista y dejaros llevar por la magia de la música!
Para empezar, apuntarse a clases de baile (solo o acompañado) suele conllevar conocer a gente nueva, lo que siempre anima y activa. Pero luego están todos los beneficios para nuestro cuerpo. A los ya conocidos de la actividad física general, se suman otros como la mejora de la fuerza y el equilibrio, excelentes armas para combatir el riesgo de caídas, un auténtico peligro para los mayores.
Y hay más: estudios recientes han demostrado que el baile estimula también nuestras capacidades cerebrales y contribuye, así, a prevenir enfermedades como el Alzheimer o la depresión.
¿No es maravilloso? Uno se lo pasa bien bailando (esto está garantizado; os animamos a probar) y al mismo tiempo encuentra en ello un montón de beneficios para la salud.
Bachata, cha-cha-cha, merengue, salsa… Zapatos cómodos, ropa holgada ¡y a disfrutar!